En el hospitalAlfonso abrió los ojos de golpe. Su pecho ardía, el dolor era punzante, como si un hierro candente lo atravesara… pero no le importó.Su mente, desesperada, solo podía pensar en dos nombres: Anahí y Freddy.—¡Anahí! —gritó, incorporándose de golpe.Su voz rasgó el silencio de la habitación como una alarma.Su madre, que estaba sentada en una esquina del cuarto, se levantó asustada.—¡Hijo, por favor, tranquilízate! —suplicó, acercándose con ojos llenos de preocupación.—¿Dónde están Anahí y mi hijo? —jadeó, con la respiración agitada—. ¡¿Dónde están?!La mujer vaciló. Bajó la mirada, incapaz de sostenerle la vista. Sus labios temblaron antes de abrirse para pronunciar una respuesta que dolía más que cualquier puñalada.—No lo sé… Cuando llegué, ella estaba afuera. Me pidió que esperara a que despertaras… pero cuando salí, ya no estaba. La he llamado, Alfonso. La he buscado. Nadie me ha sabido decir dónde hallarla.El mundo de Alfonso se desmoronó. De pronto el dolor físi
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