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Todos os capítulos do Sustituta del amor del CEO: Capítulo 71 - Capítulo 80
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Capítulo: Destino entre las manos
Alfonso salió de la oficina a toda prisa, su corazón latiendo con fuerza.Tomó su teléfono móvil y, con manos temblorosas, abrió la aplicación de correo electrónico.Escribió la dirección y la contraseña con una rapidez inquietante, casi como si temiera que el tiempo se le escapara.La pantalla cargó al instante, pero su mirada se detuvo en un lugar específico, como si algo lo llamara con urgencia.La carpeta de spam. Sin pensarlo, la abrió.Entonces lo vio. El video estaba ahí, como una revelación oscura que lo atravesaba con la fuerza de un rayo.Era ella, Verónica, en la pantalla. Sus ojos se abrieron de par en par, su respiración se detuvo y, con un nudo en el estómago, vio cómo Verónica admitía lo que había estado ocultando: Darina era inocente, y las verdaderas culpables eran ella y Alondra.El hombre sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies.Un mareo intenso le recorrió todo el cuerpo, como si el dolor de la verdad lo estuviera consumiendo desde dentro.Su rostro se tornó
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Capítulo: Soy tu realidad
El auto frenó de golpe frente a la comisaría.Hermes bajó con tanta prisa que sus heridas se abrieron un poco más. Le ardían los músculos, la sangre seguía secando bajo su camisa, pero el dolor físico no importaba. Nada importaba salvo una cosa. Darina.—¡Hermes, espera! —exclamó Alfonso, tratando de sujetarlo—. ¡Mírate! Estás hecho pedazos, no puedes ni caminar derecho.Pero Hermes no lo escuchaba. No podía. No quería. Darina estaba ahí dentro. Sola. Encerrada. Humillada por su culpa.Cada paso lo sentía como una puñalada, pero aun así los dio.Uno a uno, avanzando por ese pasillo gris como si fuera un túnel hacia su redención. Su corazón latía como un tambor frenético. No era solo preocupación… era miedo. Miedo a que ella no quisiera verlo. Miedo a haber llegado demasiado tarde.Al ingresar, el comisario los miró con visible incomodidad. Sabía perfectamente quién era Alfonso… y conocía demasiado bien a Hermes. Sobre todo, ahora que las pruebas de corrupción caían sobre él como una a
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Capítulo: ¿Existe perdón para la injusticia?
—Van a liberarte, Darina. Ya tengo la prueba de tu inocencia. Juro que… juro que ahora viviré solo para compensarte todo el daño que te hice… mi amor.La voz de Hermes tembló en el aire como una cuerda a punto de romperse.Frente a él, tras los barrotes que durante años la separaron del mundo, Darina lo miró. Al principio no dijo nada.Solo sus ojos se abrieron lentamente, sorprendidos… incrédulos. Una lágrima resbaló por su mejilla, dejando un rastro pálido en su piel desgastada.Hermes contuvo el aliento. Por un instante, creyó ver esperanza en su rostro… pero entonces, la línea de sus labios se curvó.Primero una sonrisa tenue, casi nostálgica. Luego una carcajada, seca, amarga, hiriente.—¿Ahora sí crees en mi inocencia, Hermes? —preguntó, su voz suave como una caricia... pero cargada de veneno.Hermes sintió un puñetazo invisible en el estómago.El remordimiento lo aplastó. ¿Cuántas veces Darina no le había rogado, llorado, suplicado? ¿Cuántas veces no se arrodilló, aferrándose a
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Capítulo: Todo por mi hijo
Darina bajó del auto como si emergiera de un naufragio.El aire le quemaba los pulmones, su corazón golpeaba con fuerza salvaje, y cada paso que daba sentía que la arrastraba por un abismo. No podía permitirse colapsar. No ahora. No cuando sus hijos podían estar en peligro.Casi tropezó al seguir a Alfonso con pasos frenéticos, sus zapatos resonando en el suelo con una urgencia brutal.La puerta se abrió, y sin esperar una palabra, sin preocuparse por la cortesía, irrumpió en la casa como una ráfaga de viento en medio de una tormenta.—¡Niños! ¡Rossyn, Helmer, Hernán! —gritó con el alma en la garganta, la voz hecha pedazos por el miedo.Era el grito de una madre al borde de la locura.El eco de sus palabras apenas había terminado de rebotar por las paredes cuando tres pares de pies descalzos retumbaron hacia ella.Tres cuerpecitos cruzaron el pasillo como bólidos, como si el instinto les hubiera dicho que debían correr ante la voz de mamá.Cuando la vieron, se detuvieron de golpe.—¡Ma
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Capítulo: Fuerte para salvar a un hijo
Alfonso sujetó a Anahí con fuerza, apartándola de su madre como si intentara detener un huracán desatado.—¡Anahí, por favor, detente! —suplicó, con la voz cargada de incredulidad y miedo—. ¿Acaso te volviste loca?Ella lo miró con los ojos enrojecidos por la ira y las lágrimas contenidas, el rostro descompuesto por una mezcla de dolor, furia y traición.—¿¡Loca?! —gritó, sacudiéndose para liberarse de su agarre—. ¡¿Eso crees que soy?! ¡Están planeando usar a mi hijo como si fuera un repuesto! ¡Quieren que le saque el hígado para dárselo al tuyo! ¡¿Qué clase de monstruos son?!El rostro de Alfonso palideció. Dio un paso atrás, desconcertado.—¿Qué estás diciendo? ¡Eso no pasará! ¡Jamás permitiría algo así!Pero antes de que pudiera seguir hablando, Edilene cayó de rodillas entre ellos, con el rostro bañado en lágrimas, sus manos temblando mientras suplicaba.—¡Por favor, Anahí! —sollozó—. Por el pasado... por el daño que me hiciste... ¡Ayúdame! ¡Tú me robaste al amor de mi vida! Fuiste
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Capítulo: Capaz de todo
El video se reproducía ante los ojos de Alfonso y Azucena.«En el video Edilene y Anahí se enfrentaban.—¿Y bien? ¿Qué se siente…?—¿Qué se siente qué?—Estar tan vacía, tan podrida por dentro, que tuviste que destruir a un niño para quedarte con un hombre.Edilene dejó de sonreír.—¿Perdiste la cabeza?—No —susurró Anahí—. Tú drogaste a Alfonso. Cambiaste los resultados del ADN. Admítelo. Ya no hay nadie aquí. Solo tú y yo.Edilene titubeó… pero luego sonrió como una serpiente.—Sí. ¡Sí, yo cambié los malditos resultados! ¡Ese niño sí es hijo de Alfonso! Pero tú… tú me robaste a mi hombre. Así que pagaste el precio. Y lo seguirás pagando.Anahí sintió que su sangre se helaba.—Eres una enferma… yo jamás me hubiera acostado con él. ¡Tú me drogaste! ¡Todo esto fue tu plan!—¡Sí! ¡Lo hice! Quería que te hundieras. Quería que Alfonso te odiara. Y lo logré. Nadie te va a creer, Anahí. Nadie.Anahí la abofeteó con toda la rabia de una madre acorralada.—¡Maldita seas! ¡Arruinaste la vida de
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Capítulo: Enloquecida
Anahí se detuvo en seco, el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Freddy, aferrado a su cuello, la miraba confundido. Sentía el temblor en el cuerpo de su madre, pero no comprendía el miedo que ella experimentaba. Su inocencia no le permitía entender lo que estaba ocurriendo a su alrededor.Frente a ella, Edilene, desaliñada, con el rostro empapado de lágrimas, parecía haber perdido el control de sus emociones. La boca entreabierta, como si se hubiera quedado sin palabras, sus ojos reflejaban más desesperación que odio.Cuando sus miradas se encontraron, un silencio tenso se instaló entre ellas, como si toda la rabia y el sufrimiento de años de enfrentamiento se condensaran en ese único momento.—¡Quítate de mi camino, Edilene! —dijo Anahí, su voz quebrada pero firme—. No sabes lo que soy capaz de hacer para proteger a mi hijo.Sin pensar demasiado, la empujó con un movimiento rápido. Edilene cayó al suelo con un golpe sordo, pero no se quedó ahí. Su desesperación la impulsó a levan
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Capítulo: Las consecuencias de tus actos
Por primera vez, Anahí sintió que la mujer que tantas veces la había despreciado estaba de su lado. Azucena, la misma que solía juzgarla con frialdad, se había interpuesto entre ella y el caos, como un escudo humano. El sentimiento fue extraño, casi desconcertante, pero también reconfortante.Sin embargo, esa sensación no duró mucho.Un empujón inesperado derribó a Azucena. Alguien, presa de la confusión y la furia colectiva, la había tirado al suelo. Anahí soltó un grito que le brotó del pecho como un disparo.—¡No!Instintivamente, abrazó con más fuerza a Freddy. Su cuerpo temblaba, no solo por el miedo, sino por la impotencia. La situación había escapado de todo control. A su alrededor, teléfonos móviles se alzaban como si estuvieran en un concierto. Nadie hacía nada por ayudar. Solo grababan.Era como si su dolor hubiera dejado de ser real y se hubiese convertido en contenido. Un espectáculo para el morbo ajeno.Anahí se sintió completamente sola. Aislada en medio de una multitud q
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Capítulo: Lejos estamos mejor
Tan pronto como llegó la policía, Edilene fue arrestada. Su rostro se transformó en una máscara de desesperación: gritaba, lloraba, forcejeaba.—¡Yo no hice nada! ¡No he hecho nada malo! ¡Déjenme!Pero los agentes fueron tajantes.—Queda arrestada por intento de asesinato a un menor de edad —anunció uno de ellos mientras le colocaban las esposas.El murmullo de la multitud se extinguió de golpe. Un silencio denso cayó como una sábana húmeda sobre todos. Ahora no quedaban dudas. Edilene, esa mujer que había engañado a tantos, mostraba su verdadera cara.Algunas personas se acercaron a Anahí, con los ojos llenos de vergüenza, intentando balbucear disculpas. Pero ella no los escuchó. No podía. En ese momento, Alfonso era subido con urgencia a una camilla, su cuerpo ensangrentado, su rostro pálido. Todo lo demás se volvió ruido lejano.—¡Mi papi! —gritó Freddy, aferrado al brazo de su madre—. Se puso malito... Mami, no quiero que se vaya al cielo, aunque no me quiera... yo lo quiero...Las
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Capítulo: Castigo merecido
Darina caminó hacia donde estaban sus hijos.Los observó en silencio durante unos segundos, sintiendo cómo su pecho se apretaba con ternura y tristeza al verlos jugar ajenos a lo que estaba a punto de ocurrir.—Niños, mamá, quiere hablar con ustedes —dijo en voz baja, intentando mantener la calma.Los pequeños se detuvieron y se acercaron con curiosidad, notando algo diferente en el rostro de su madre.—Mamá va a llevarlos a vivir a otra parte —dijo suavemente, arrodillándose para estar a su altura—. Vamos a vivir con su tía Anahí por un tiempo, ¿están de acuerdo?Hubo un breve silencio antes de que las caritas de los niños se iluminaran.—¡Sí! —gritaron al unísono.La más pequeña dio un saltito de alegría y dijo:—¡Sí quiero! Porque Freddy es de Rossyn, y yo lo quiero mucho, mucho.Darina no pudo evitar sonreír ante aquella inocente declaración, y una lágrima se asomó en sus ojos.—Bien —susurró—, entonces es hora de irnos.Mientras los niños seguían brincando y hablando entre ellos s
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