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Capítulo 31: El Peón Se Vuelve Rey
Tomás apoyó las manos sobre la vieja mesa de guerra del refugio abandonado en las afueras de la ciudad. Mapas, pantallas, transmisiones interceptadas. Las coordenadas que el enemigo acababa de filtrar no eran un simple anzuelo: era una declaración de guerra.—Ya cayó Natalia —dijo Ana, su especialista en comunicaciones, con voz apagada—. El rastreador se detuvo. Está en su red.Tomás apretó la mandíbula.—¿Y Aitana e Iván?—Siguen en movimiento. Están cerca del núcleo subterráneo… pero si suben, caerán directo en la trampa.Tomás se pasó una mano por el cabello. El rostro serio, los ojos cargados de culpa. Él sabía que esta misión estaba maldita desde el principio. Pero Natalia era su hermana de armas. Su familia.Y nadie tocaba a su gente sin pagar.—Convoca al equipo beta —ordenó—. Quiero cinco hombres, sin ruido. Entramos por el conducto norte. Ese que Natalia y yo dejamos activo hace años. No está en sus registros.—¿Y si nos interceptan?—Entonces improvisamos. Pero no vamos por
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Capítulo 32: La Sangre del Juramento
El humo aún no se disipaba cuando Tomás cruzó la puerta destruida. El aire estaba cargado de electricidad y metal quemado. Del otro lado, un corredor amplio, blindado, con pisos brillantes que reflejaban las sombras como cuchillas.—Zona central de seguridad —dijo Ana, escaneando con su visor—. Están esperándonos.Como si sus palabras fueran una orden, las luces comenzaron a parpadear. Y luego… un pitido agudo.Tomás levantó el puño, y todos se agacharon justo antes de que una ráfaga de metralla automática emergiera desde los muros. Dos segundos de fuego implacable. Después, silencio.—Sensores activados por presencia. Siguen con juegos viejos —gruñó Tomás.—¿Desactivamos? —preguntó el especialista.—No. Que sigan creyendo que controlan el tablero.Avanzaron rápido. Precisión quirúrgica. Dos enemigos en el pasillo: abatidos sin una palabra. Uno intentó activar una alarma. Ana le disparó directo al brazo y luego a la garganta. Cero margen. Cero remordimiento.El equipo llegó al núcleo
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Capítulo 33: Convergencias
El estruendo llegó primero como un rugido distante. Luego, como un temblor bajo los pies de Aitana. Estaban en el refugio improvisado, un sótano oculto tras una vieja librería en el corazón industrial de la ciudad. Iván afilaba su mirada contra la oscuridad, como si pudiera ver a través del concreto.—¿Lo sientes? —dijo ella, apenas un susurro.—Sí. Están dentro. Tomás lo logró.Aitana se acercó, las manos apoyadas en el marco de la ventana rota. Los gritos que venían de las calles eran lejanos… pero algo más inquietante se acercaba: el silencio que seguía a cada estallido.—¿Qué hacemos?—Nos movemos. Natalia está allí dentro. No podemos dejarlos solos ahora.—¿Y si es una trampa?Iván la miró. En su rostro, por primera vez, había algo parecido al miedo. No por él… por ella.—No quiero perderte, Aitana.Ella lo besó. Breve. Firme.—Entonces no lo hagas.---Al otro lado del complejo, Tomás sostenía a Natalia por la cintura mientras cruzaban un pasillo inundado de humo. Detrás de ello
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