Unos siete años despuésMelbourneIanEn alguna parte escuché que somos adictos a los desastres, a lo caótico. Pero yo diría que, más que eso, es esa fuerza invisible que necesita el corazón para latir, ese pulso que nos empuja a vivir de verdad. Es ese instante que te cambia para siempre, cuando encuentras la magia en una persona que te eleva con un beso, con una mirada, que te rompe y te reconstruye al mismo tiempo. Y ahí, justo ahí, sabes que tu verdadera historia comienza.Sin embargo, lo más hermoso es ver cómo ese amor no se queda quieto, cómo no se conforma. Cómo crece, se transforma, se materializa con la llegada de los hijos… como una promesa cumplida, como la consolidación de dos almas que un día se eligieron y ahora ven cómo su amor se vuelve eterno en otros corazones.Claro, los hijos también traen su propio caos, su revuelo, sus noches sin dormir y momentos de miedo, de dudas. No hay manuales para esto. No hay un camino perfecto.Pero cada día es una aventura, un acto de
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