-Lo siento, pero mis órdenes son no dejarlo salir. -¿y tú qué eres?, ¿su perro? - Oliver rugió; sin embargo, su boca fue sellada cuando la mirada afilada se desvió hacia él. De pronto, una mano tocó el hombro de Teo. Edgar lo jaló, ampliando el espacio entre el mayordomo y ellos. Oliver los siguió - demos un poco de tiempo - susurró - no puede estar despierto toda la noche. Tiene que cansarse. -Sí - Oliver levantó el pulgar en medio de la junta de tres - si no se quita, lo golpearemos cuando baje la guardia - Edgar se llevó un dedo a los labios, indicándoles silencio. Luego, ambos fueron a los sillones y se desplomaron como si fueran parte de la familia - Oye, ve a traerme un vaso con agua - Oliver alzó
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