Lara arrastró pesadamente los pies fuera del probador, abrazándose a sí misma con la expresión de pudor que había tenido en el hotel cuando pensó que se entregaría a Waylon por dinero.Traía la vista baja, sintiéndose como una cosa exhibida en una vidriera, como un pedazo de carne a punto de caer en las garras de algún depredador, mientras el aire rozaba sus piernas desnudas y su espalda descubierta, haciéndola erizar.Waylon contuvo el aliento, la delicada belleza de la rubia hizo que dejara caer la mandíbula sin darse cuenta. Había conocido a muchas mujeres hermosas, pero en su medio la mayoría estaban, ¿Cómo decirlo? ¿Retocadas? Y la hermosura de esta diosa de porcelana era totalmente natural, y parecía no darse siquiera cuenta.La prenda carmesí se ajustaba perfectamente a las curvas de la joven, acariciando su blanca piel mientras Waylon tragaba sonoramente y se llevaba una mano al cabello, recordando que debía volver a respirar.— Ese es… — carraspeó él, aclarándose la garganta —
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