Irina sintió un mareo repentino, como si el suelo se deslizara bajo sus pies. Se aferró al respaldo de una silla cercana, tratando de encontrar estabilidad mientras su mente giraba en un torbellino de recuerdos, dudas y emociones. —No puede ser… —susurró—. No puede ser… Catherine intervino con voz calmada, como si intentara darle algo de control sobre la situación. —Irina, respira. Entiendo que es un golpe fuerte, pero por eso estamos aquí, para buscar respuestas. Irina levantó la mirada, su expresión era una mezcla de desconcierto y temor. —Dios mío… —susurró. Rachel parpadeó un par de veces, como si su cerebro estuviera recalculando la magnitud de lo que acababa de leer. Luego, exhaló con exageración, dejó el sobre en la mesa y con una mezcla de nervios y humor, dijo: —Bueno, Irina… Supongo que ahora es oficial. Has pasado de ser una excelente enfermera a una experta en giros inesperados dignos de telenovela. Catherine le lanzó una mirada de advertencia, p
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