Alejandro había muerto. Al exhalar su último aliento, apretaba fuertemente las manos de sus dos hijos. No sufrió demasiado, ni siquiera alcanzó a escuchar la música fúnebre ni los sollozos de sus nietos...En sus oídos, resonaban los acordes ceremoniales, y frente a él se extendía una alfombra roja de diez kilómetros. Su anciana esposa seguía tan joven como siempre, esperándolo al otro lado.— Diego, Fernando, papá se va. No se pongan tristes. Vivir como lo he hecho no es fácil. Si pudiera, me gustaría tener más tiempo para prepararlos mejor, para que puedan vivir con más tranquilidad, pero ya no hay tiempo.— Se acerca mi último momento, y uno tiene que bajarse del tren. Aunque el mundo terrenal es hermoso, del otro lado está su madre. Damián, Aitana, no sé cómo será su destino, pero espero que estén bien. El poder, la fama, la riqueza, son como nubes pasajeras; la paz interior es lo más valioso en la vida. Lucas, en realidad, siempre has sido mi nieto más orgulloso. Lamentablemente, n
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