El eco de mis pasos resonaba en los pasillos oscuros. Mi respiración era errática, el sudor frío me hacía sentir enfermo, con náuseas.La culpa y el miedo luchaban por dominar mi cuerpo mientras intentaba alejarme de todo. Pero no importaba cuán rápido corriera... aquellos sentimientos me seguían como una sombra.Las imágenes de Sora, cubierto de quemaduras, protegiendo a nuestros enemigos, aún estaban en mi mente. ¿Cómo? ¿Cómo es que perdí el control de mis acciones? ¿Por qué recordé a mi padre en estos momentos?Seguí corriendo y, poco a poco, mi vista se desenfocaba, hasta que tropecé y caí de rodillas sobre el suelo de piedra. Apoyé las manos, jadeando, tratando de calmarme, haciendo todo lo posible para evitar vomitar.Entonces, el intenso frío de la armadura empezó a quemar mi piel, y un punzante dolor se clavó en mi cabeza.Entonces, la escuché.—Deja de correr, Aldric.Levanté la cabeza rápidamente. Aquella voz resonó en los oscuros pasillos... pero no podía ver a nadie.—¿Te
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