CAPÍTULO 18: MANTENERLA A SALVOLa camioneta avanzaba con prisa, rumbo a la cabaña que Yaro le había ordenado a su amigo que los llevara. El sonido de las ruedas golpeando la grava se entremezclaba con el zumbido del motor, pero Yaroslav solo podía oír su respiración descompasada y el latido descontrolado de su corazón. Tenía la mirada clavada en el rostro pálido de Cristel, recostada sobre su regazo, tan quieta que a ratos le parecía que había dejado de respirar. Su mano, grande y cálida, acariciaba con cuidado la frente de ella, como si con ese gesto pudiera reconectarla con la vida.—Vamos, preciosa —murmuró con voz ronca, más para él que para ella—. No te atrevas a dejarme ahora… no después de todo lo que me costó encontrarte.El dolor que sentía no era físico, aunque aún tenía los nudillos marcados por el rostro del hombre que había intentado llevársela. Ese dolor era otro, uno más profundo, uno que no sabía que aún era capaz de sentir. Verla así, frágil, rota, herida, le había
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