Las horas pasan y Eva despierta, mientras yo camino de un lado al otro, porque deseo hacer tantas cosas, pero, ninguna de ellas va a evitarle el dolor que va a experimentar durante la recuperación.— ¿Qué…? Duele…— dice ella y yo de inmediato agarro su mano y la beso.— Gracias a Dios estás bien. No sabes cuanto sufrí porque no estabas en Marruecos. No te imaginas todo lo que sufrí por ser un inútil que no te protegió. Pero, te aseguro que no voy a permitir que algo así pase.— Arnold…— Sé que debes estar odiándome, merezco tu odio, pero, por favor, dame la oportunidad de demostrarte que puedo hacer las cosas mejor, te lo pido. — digo con mis emociones expuestas al igual que mi corazón.Eva me observa y llora, así que, con cuidado, abrazo su cabeza deseando que en mí pueda tener el consuelo que jamá
Leer más