A pesar de sus palabras, lo que el equipo decidiera hacer era asunto suyo. Tres horas después, la camioneta todoterreno se detuvo frente al club objetivo, en una calle repleta de establecimientos similares. La gente que entraba y salía aparentaba ser de la élite y respetable, pero esa fachada solo hacía que la podredumbre bajo la superficie resultara más evidente.De repente, el teléfono de Ana sonó. Bajo la mirada atenta de los demás ocupantes del vehículo, contestó con cierta inquietud.—Señor Urquiza.—¿Dónde estás ahora? Estoy frente al Eclipse.Ana se sorprendió, no esperaba que Gabriel también estuviera allí. Quizás... acababa de llegar. Por un momento, sus emociones se tornaron confusas, pero suprimió esa sensación desconocida y respondió:—Voy a buscarte.Ana bajó primero del vehículo. Después de mirar a su alrededor, divisó un Maybach estacionado a lo lejos. La ventanilla se bajó, revelando el rostro apuesto de Gabriel.Mientras tanto, en otro lugar, Mateo estaba siendo acosad
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