Cuando entro al recinto, todos me miran sorprendidos, la música suena que antes sonaba por todo el lugar, ahora ha parado y todo está en completo silencio, incluso han dejado de hablar. Pongo los ojos en blanco y empiezo a caminar por el lugar, pero Hades me intercepta, sonriéndome de oreja a oreja. Me enferma ver al maldito rancio y más tenerlo cerca.—¡Hijo mío, me alegro de que hayas podido venir! — Pasa uno de sus brazos por mis hombros y me acerca a él de forma bonachona. —Ven hijo, ven... quiero que por fin conozcas a tus hermanos.Aparto al viejo de forma violenta y brusca, me acomodo la ropa y miro con desprecio al maldito desgraciado, él abre los ojos de par en par, no sé porque mierda le impresiona mi reacción, no es que nos llevemos de maravilla.—Mira, viejo rancio... no eres mi padre, tus lacras no son mis hermanos... es más, no tengo hermanos y si vine a esta ridícula y mierdosa fiesta, fue porque mi padre me comprometió a venir, no fue por voluntad propia.Me giro sobre
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