[Narra Brooke].A la mañana siguiente, desperté con una sensación diferente. Había algo en el aire, algo que me hacía sentir ligera, como si el peso de los últimos meses comenzara a disiparse. Tal vez era la conversación con Enzo, o la idea de que juntos estábamos encontrando una manera de avanzar.—Buenos días, mamá —susurró una voz grave cerca de mi oído, haciéndome abrir los ojos.Enzo estaba inclinado sobre mí, con una sonrisa traviesa y un café en la mano.—¿"Mamá"? —pregunté, adormilada, mientras me incorporaba en la cama.—Bueno, técnicamente lo eres. —Me tendió la taza—. Y pensé que te gustaría un café para empezar el día.Lo tomé, agradecida, y mientras el aroma del café llenaba mis sentidos, lo observé con atención. Llevaba una camisa blanca arrugada y pantalones de pijama oscuros, su cabello despeinado y su mirada tranquila. Este era el Enzo que pocos veían, el hombre detrás del apellido Lombardi y las apariencias.—Gracias. Aunque "mamá" suena raro.—Acostúmbrate, Brooke.
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