Pensé que después de que Carmen quedara humillada frente a mí, el asunto habría terminado.Pero ella no se dio por vencida y buscó refuerzos.Al día siguiente, sábado, había quedado temprano con Sofía y Mariana para reunirnos; Sofía nos invitaba en La Esencia.Después de trabajar todo el día en el estudio, llegué a La Esencia al atardecer. Apenas había saludado a Sofía y Mariana cuando sonó mi teléfono.Al sacarlo, vi que era mi tía.—Sofía, Mariana, sigan conversando, voy a contestar esta llamada.—¡Siempre estás tan ocupada! —se quejó Sofía.Sonreí apenada y salí del reservado para contestar.—Hola tía, ¿qué pasa?Al otro lado del teléfono, mi tía, con una risa forzada, preguntó con fingida preocupación: —María, ¿cómo has estado últimamente?Al escuchar ese tono, supe que algo no andaba bien y respondí con una sonrisa: —Tía, estoy ocupada, si tienes algo que decir, dilo directamente.—Está bien, seré directa —mi tía, algo incómoda, dejó los rodeos y dijo—. Sobre el caso de tu padre,
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