El mundo cambió de repente. Lyros ya no estaba en el santuario, sino en medio de un paisaje desolado. A su alrededor, el cielo estaba cubierto de nubes negras que giraban lentamente, como si el tiempo mismo estuviera atrapado en una espiral infinita.Miró a su alrededor, intentando orientarse, pero no había nada ni nadie, solo un silencio opresivo que parecía presionarlo desde todos los ángulos.—¿Esto es alguna clase de broma? —preguntó en voz alta, intentando romper el silencio.No hubo respuesta inmediata, pero a medida que avanzaba, una figura comenzó a tomar forma en la distancia. Lyros entrecerró los ojos, tratando de identificarla. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, su corazón se detuvo.Era él mismo, pero no como se veía en el presente. Esta versión de Lyros tenía un rostro endurecido por la ira y los años, sus ojos eran fríos y sin vida, y su arco estaba roto, colgando inútilmente de su espalda.—Eres un fraude, —dijo el reflejo, su voz cargada de desprecio. —Ni dios ni
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