Cuando los guardias iban a sujetar a Frigg, ella se soltó y corrió hacia Fernando, suplicante:—¡Fer, no es lo que parece! Déjame explicarte, yo… yo no sabía nada de esto…Blanca, que estaba cerca, saltó de inmediato:—¡Frigg! ¿No te da vergüenza? Tu madre confesó que lo habían planeado juntas, ¿ahora te lavas las manos y la culpas a ella? ¡Vaya manera de ser una «buena hija»!Mientras Blanca y Frigg se encaraban, los ojos de Fernando se posaron en Daisy. Ella, en lugar de desviar la mirada, lo enfrentó sin titubear:—Señor Suárez, supongo que la señorita Mero, quien llegó con usted, no tendrá nada que ver, ¿verdad? —su tono era irónico—. Digo, no creo que esté dispuesto a echar por la borda todo por salvarla, ¿cierto?Con estas palabras, Daisy lo puso en jaque: si Fernando defendía a Frigg, no solo se perjudicaría él mismo, sino que también arrastraría a la Unión Suárez y complicaría sus relaciones con la familia Ortega. ¿Sería capaz de arriesgarlo todo por Frigg?Todos miraron a Fern
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