Efectivamente, Diego no tardó ni media hora en regresar a casa, a pesar de que había mencionado tener una reunión importante.Clara, al verlo entrar, corrió escaleras abajo para recibirlo con mucho entusiasmo: —Diego, ya estás de vuelta —dijo Clara con una sonrisa mientras se le acercaba.Diego la miró con mucha ternura, ignorando mi evidente incomodidad y le dijo: —Clarita, ve a acomodarte. Escoge la habitación que más te guste, y si necesitas algo, dímelo —respondió Diego con un tono lleno de cariño.Pero en cuanto me vio sentada en el sofá sin moverme, su expresión se oscureció al instante.Clara, pegada a su brazo, añadió con un gesto:—Diego, tu empleada no parece hacer su trabajo. Ni siquiera se ha levantado para recibirte.Diego me tomó del brazo, levantándome de un solo golpe. —¡¿Sabes lo que estás haciendo, Irene Iglesias?! —exclamó, furioso.Cruzándome de brazos, me reí con mucho desprecio mientras lo miraba: —¿Qué estoy haciendo? Pues simplemente presentando a tu "novia" para
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