Al volver a mi despacho, encendí un cigarrillo, entre el humo, me pareció verme a mí misma cinco años atrás: en el momento en que Marina levantó mi cuchillo artístico y me apuñaló, me quedé inmóvil. No creí que fuera tan paranoica como para actuar así por unas discusiones. Me vi acorralado por ella, y al ver el cuchillo a punto de clavarse en mí, cerré los ojos asustada, pero no hubo dolor esperado, y cuando abrí los ojos, el cuchillo estaba clavándose en el cuerpo de Marina.No lo hizo a la ligera, de la herida seguía manando sangre, se desplomó en el suelo, me mostró una sonrisa de triunfo, y el susurro del diablo llegó a mis oídos.—Cecilia, estás muerta.Cuando la policía se me llevó, vi que el ansioso David corrió hacia Marina y el disgusto en sus ojos al mirarme. Marina me acusó de intento de asesinato, una acusación que no se habría mantenido debido a la falta de pruebas por ambas partes. Pero David se empeñaba en que era yo quien lo hacía, decía que yo me metía con Marina, y te
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