Revivir
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Por: BalaZ
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Se cerraron las puertas de la prisión detrás de mí con un ruido sordo. Me estremecí antes de salir lentamente de mi aturdimiento. El cielo era nublado y las carreteras estaban vacías, todo era sombrío, pero mejor que el día en que me encarcelaron. Aspiré el aire húmedo con avidez, hacía mucho tiempo que no olía la libertad.

Recogiendo mi pequeña bolsa de tela con mis pocas ropas, anduve lentamente por la carretera hacia el centro de la ciudad. El autobús pasó a mi lado, pero yo no tenía ni una moneda y tuve que caminar despacio. El aire se estaba volviendo sofocante y había tendencia a que llegara una tormenta. Finalmente, unas gotas de lluvia cayeron sobre el suelo seco, seguidas de un fuerte aguacero.

No tenía paraguas y no había mucho refugio en las carreteras suburbanas, así que lo único que pude hacer fue agacharme en el arcén y me acurruqué, acunando mi pequeña bolsa de tela entre los brazos por mojarme un poco menos. Luego, un coche pasó a mi lado, sus faros me obligaron cerrar los ojos. El coche me pasó y retrocedió lentamente. El hombre que iba dentro bajó la ventanilla y llamó.

—¿Cecilia?

Levanté la vista, mi corazón tranquilo tembló de asombro. Era David Cruz.

Fue mi exnovio, el que me envió personalmente a la cárcel. El ambiente en el coche era inquietantemente silencioso, con el único sonido de la lluvia y el zumbido del aire acondicionado en mis oídos. David parecía un poco irritado mientras encendía un cigarrillo con impaciencia, y luego lo apagó inmediatamente al oírme toser.

—Lo siento, olvidé que no te gusta —dijo David.

—Pues nada —le dije con indiferencia.

El ambiente volvió a enmudecer y, tras un largo silencio, David empezó a hablar, —llego tarde, algo de Marina, lo siento.

Solté una risa sarcástica, —vale.

Ahora David no dijo otra palabra. Las tormentas de verano empezaban y paraban de manera rápida, y en poco tiempo la lluvia cesó gradualmente, dejando solo el aroma de la tierra en el aire. El coche se adentró con lentitud en la ciudad y, cuando vi que iba en dirección contraria.

—¿Adónde me dejas? —pregunté.

—Te he encontrado un piso cerca del Grupo I.A., puedes vivir allí —en tono poco rígido, me contestó.

Me invadió una mala sensación y me obligué a contener la ira, —¿y la casa que me dejaron mis padres? —no contestó y repetí la pregunta, con un tono más duro—. ¡Qué pasa con la casa que me dejaron mis padres!

—A Marina le encanta esa casa tuya, se la doy para que viva —David habló por fin.

—Es la casa que me dejaron mis padres, ¿quién eres tú para dársela? —dije entre dientes. Suspiró David, como si yo fuera una niña irrazonable.

—Llevas tantos años en la cárcel y la casa está vacía, que no creo que te apetezca alquilarla, así que en vez de dejarla ahí sin usar, por qué no se la das a Marina para que viva en ella, de todas formas le encanta esa casa.

Resistí el impulso de estrangular a David hasta la muerte.

—David, ¿qué demonio eres? ¿Tienes algún derecho de hacer lo que quieras con la casa que me dejaron mis padres?

David se quedó mudo y no me contestó. El coche entró en un barrio y aparcó debajo de un bloque y me entregó un juego de llaves.

—El piso 501 es tu casa, he ordenado todas tus cosas allí y he pagado el alquiler, así que no te preocupes. Tengo trabajo en la empresa, no subiré contigo.

—¿Tengo que darte las gracias, señora Cruz, que eres tan amable conmigo? —me burlé.

David, apoyado en la puerta del coche, frunció el ceño,

—Cecilia, ¿por qué me hablas de forma tan dura? Fue tu culpa al inicio, además, han pasado cinco años y has estado en la prisión durante cinco años, ¿no has aprendido suficientes lecciones?

—¿Hiciste que alguien hiciera todas esas cosas a mí? —se me cortó la respiración y apreté los puños, pero David no se negó. Me sangraba el labio de morderlo y temblaba de rabia, deseando romper en pedazos a ese hombre. Suspiró ligeramente al verme así.

—Haz lo que te digo, y mientras te portes bien y no montes una escena, no pasará nada. —No le contesté, abrió la puerta del coche, mirándome—. Te he reservado un puesto en el grupo, tómate unos días libres y vete a trabajar. Ahora que es liberada, olvídate de todo lo pasado y sigue adelante.

Cuando terminó, se marchó en su coche. Miré su espalda distante, con las uñas incrustadas en las palmas de mis manos rezumando una pizca de sangre. ¿Olvidar todo? ¿Cómo podría olvidarlo?

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