Dante alzó la cabeza, con los astutos ojos velados y el rostro tenso de autodisciplina. Se preguntó qué diablos estaba haciendo, a qué estaba jugando. Rígido por la excitación reprimida, consciente de que habra preferido tomarla en su auto. La deseaba, hacía mucho que no deseaba así a una mujer. Se dijo, abrupto, que no había nada malo en eso. Era libido, nada más. Curioso por ver cómo vivía, la siguió. La entrada necesitaba una mano de pintura y la alfombra de la escalera estaba hecha una ruina. Era un lugar lúgubre y, por primera vez, se dio cuenta Allegra era mas pobre de lo que el había pensado. Se abrió una puerta que daba a la sala de estar y un perro diminuto salió corriendo y saltó alrededor de las rodillas de Allegra, ladrando jubiloso. Las enormes orejas peludas se curvaron sobre sus ojos oscuros y el perro gruñó al ver a Dante. Era un perro muy mono pero, a juicio de Dante, parecía una rata.–Este es Budy.–Ah, lo tienes. Estaba preocupado por ti –dijo Susan, una mujer may
Leer más