El aire es denso, cargado con el olor del metal, el sudor y la magia desgarrada. Elijah está frente a mí, su respiración pesada, su cuerpo envuelto en la sombra que se retuerce como una serpiente viva. Mis músculos arden, cada herida en mi piel es una promesa de lo cerca que estuve de morir, pero sigo en pie. No puedo caer ahora. No después de todo. Elijah sonríe, con la seguridad de un monstruo que nunca ha conocido la derrota. —¿Realmente crees que puedes salvarlos a todos, Dante? —su voz es un veneno. Cada palabra cala en mi mente, intentando hacerme dudar—. Todo lo que amas terminará destruido, igual que tú. Mi cuerpo tiembla, pero no por miedo. Por rabia. Siento el peso de mis decisiones, el sacrificio de Marcus, la desesperación de Scarlett y la responsabilidad que llevo como Alfa. No puedo fallar. Me lanzo hacia él con todo lo que me queda, las garras abiertas, la sangre corriendo libremente por mi piel. Elijah conjura una lanza de sombras y la dirige a mi pecho. El choq
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