—¿No te sientes bien? —preguntó Celia con preocupación—. ¿Qué fue ese sonido?En ese momento, Luna, escondida debajo de la mesa, sentía que su corazón estaba a punto de estallarle. Se había golpeado la cabeza accidentalmente contra la parte inferior del escritorio por la tensión del momento, lo que había causado el ruido.Luego, debido a la inercia del impacto, su cabeza se había inclinado hacia abajo, provocando el gemido ahogado de Leandro. Esto había alarmado a Celia, y Luna se sentía frustrada, completamente desorientada y aterrorizada de ser descubierta.Lo más aterrador era que escuchó los pasos de Celia acercándose a ella. Un paso, dos pasos, cada vez más cerca. Se sintió al borde del colapso, mientras Leandro permanecía imperturbable, como si nada pasara.Celia había avanzado, pero al sentir la fría mirada de Leandro, que la atravesaba como un cuchillo, se detuvo en seco, sin atreverse a acercarse más. Su mirada era un tanto aterradora, inspirando respeto y temor.—Leandro, yo.
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