Celia desahogaba su ira, pisoteando con fuerza su bolso. La cadena que había usado para humillar a Luna ya estaba rota bajo su bota. ¿Cómo se atrevía esa cualquiera a pegarle? ¡Era un verdadero absurdo! Sin las grabaciones, Luna le había devuelto el golpe con la misma moneda. Era cierto, ni siquiera podía contarle a Leandro lo que había pasado. ¡Maldita sea, realmente maldita!Celia estaba furiosa, llena de amargura, y no podía desahogar su rabia. De repente, su teléfono sonó. Al mirarlo, vio que era Juan quien la llamaba. Se sorprendió; este idiota que nunca hacía nada bien, ¿acaso aún no se había ido de Cantolira? No quería que le causara más problemas, así que contestó rápidamente.—¡Imbécil! ¿Cómo te atreves a llamarme a plena luz del día? —gritó Celia al teléfono—. ¡¿Aún no te has ido de Cantolira?!—Señorita, no quería llamarte, de verdad. No estoy en Cantolira, pero tampoco me he alejado mucho. Estoy sin dinero, ¿puedes darme un poco? —Juan se atrevió a pedir, con una risa nervi
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