Luna abrió los ojos desmesuradamente. El brebaje se le vertió directamente en la garganta, y no pudo vomitar; él la tenía completamente bloqueada. Él seguía vertiéndolo, y ella se vio obligada a tragarlo todo. Era demasiado amargo y le dolía muchísimo.Al terminar de administrarle el medicamento, su sufrimiento no terminó. Su lengua revoloteó en su boca, profundizando el beso, y cuando el amargor comenzó a disiparse, Luna se sintió casi ahogada.Él la sujetó con fuerza por la nuca, y el beso se volvió cada vez más apasionado y salvaje. Sintiendo que algo no andaba bien, Luna aprovechó un descuido para liberarse de sus labios, jadeando y gritando:—¡No, no!Ella no tenía fuerza y realmente no soportaba más agitación. Los ojos de Leandro, que antes estaban ardientes, se oscurecieron de repente. En realidad, él había escuchado todo; ella, en su sueño, gritaba el nombre de Diego, exclamando: "¡Diego, no te vayas!"Su emotividad era auténtica y él la escuchó claramente.En ese momento, su r
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