Luna tenía lágrimas en los ojos mientras luchaba con todas sus fuerzas. Víctor, enfurecido por sus patadas y golpes, levantó la mano para abofetearla.—Grites lo que grites, Leandro no vendrá a salvarte. ¡Olvídalo! ¡Mujercilla, te lo mereces!Estando a punto de recibir el golpe, Luna cerró los ojos instintivamente, preparándose para lo peor. Sabía que si le daba varias bofetadas, terminaría con la boca llena de sangre. Pero, para su sorpresa, el dolor no llegó. En cambio, se sintió más ligera.De repente, oyó a Víctor gritar, un grito desgarrador. Al principio no se atrevió a abrir los ojos, pero cuando el silencio reinó a su alrededor, se abrazó a sí misma y entreabrió los ojos. Allí, vio a Víctor, con los ojos cerrados y el rostro contorsionado, desmayado en el suelo. Frente a ella, había un par de zapatos de cuero negro.Siguiendo la línea de los zapatos, subió por unos pantalones rectos, luego una camisa perfectamente planchada, y finalmente, se detuvo en un rostro familiar. ¡Era L
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