Lizbeth era para muchos la mujer perfecta, pequeña de estatura te inspiraba el querer abrazarla solo con verla, su cuerpo de Barbie levantaba suspiros por doquier, que decir de su rostro, tan blanco como la misma porcelana y por ojos el mismo cielo. Lizbeth era la mujer de ensueños eso decían todos, pero no ella, la joven poseedora de una belleza sin igual, había aprendido a su corta edad, que la mayoría de los hombres la veían como una hueca, que solo se veía al espejo todo el día, aunque no fuera así, entonces, llego a la conclusión que el hombre que no la buscaba por su dinero, la buscaba por ser la novia trofeo, una mujer tonta que lucir, como si fuese un buen accesorio; en poco tiempo, había decidido que jamás se casaría, ya no le interesaba, mucho menos tendría un hijo, que ya de por si le parecía una gran responsabilidad, ahora lo veía como una sentencia a cargar como algún parasito, ya que entre las muchas cosas que Renzo encontró de su ex prometido, una de ellas fue que había
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