Cuando Liam entró en la casa, la luz de la luna se filtraba por las cortinas. Sin perder un segundo, buscó a su esposa y la encontró en el sofá, leyendo tranquilamente.Sin mediar palabras, la tomó por la cintura y comenzó a besarla con una pasión frenética. Agnes, sorprendida al principio, respondió rápidamente a su ardor. —Liam... —susurró contra sus labios, sonriendo con el repentino interés de su marido—. ¿Qué te ha dado?Él no respondió, solo intensificó sus caricias. Sus manos recorrieron el cuerpo de Agnes con urgencia, pero en su mente, no era su esposa a quien veía. La imagen de Alaia con las mejillas sonrojadas, los labios entreabiertos y aquella expresión de pudor, ocupaba todos sus pensamientos. Sentía que su pantalón apretaba cada vez más, con la necesidad de liberarse casi dolorosa. "Quiero más... necesito verla rendirse ante mí," pensó, mientras se despojaba de la ropa con rapidez. Agnes jadeó, dejándose llevar por el deseo palpable en los movimientos de su esposo.
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