—Suéltame ¿Qué haces? —Le pregunto con enojo.Enmudezco cuando siento sus labios besando mi cuello, mis hombros y mi espalda, mientras frota su pelvis contra mis glúteos. Siento como su polla se endurece, trato de controlar mi cuerpo, mis emociones, pero joder no lo consigo, al contrario rápidamente voy cediendo ante sus caricias. Echo mi mano hacia atrás, tropiezo con su cadera, me hago espacio con mi mano, la coloco justo sobre su longitud cubierta por la tela de seda de su pijama, está tan rígida y palpitante que deseo sentir su suculenta carne nuevamente dentro de mi vagina.—¡Detente! —digo en un hilo de voz que no convencería ni al más inocente niño. —Deseas esto tan o más que yo. —dice fustigando con su miembro mis glúteos. —Engreído —bisbiseo. Él deja de besar mi espalda, se agacha y levanta mi camisón, besa la parte baja de mi columna, baja mis bragas y con sus dientes muerde suavemente mis glúteos. Aquella sensación me estremece por dentro y por fuera enloquecién
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