Parece que tengo un vínculo inexplicable con el hospital; en los últimos seis meses he aparecido allí con frecuencia. Cada vez me siento sola, sentada en el banco del pasillo del hospital.En la profunda quietud de la noche, el sonido de pasos apresurados rompió la calma del hospital.Lo de Carlos y Sara ya no se podía ocultar de la familia Díaz.Teresa, al frente, seguida de un grupo de guardaespaldas vestidos de negro, caminó apresuradamente hacia mí.Si esto hubiera ocurrido antes, no habría dudado en que me habría dado un gran abrazo y me habría preguntado, preocupada, —Olivia, ¿estás bien? ¿Te lastimaste?Pero después de lo sucedido la última vez, ya no había forma de reparar lo que había entre Sara y yo. Al final, ella es la madre de Sara, no la mía.Como era de esperar, su habitual calma y elegancia habían desaparecido, y en su lugar se notaban la ansiedad y el ceño fruncido.En un instante estuvo frente a mí, preguntando con autoridad, —¿Dónde están?Levanté la mirada h
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