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Todos los capítulos de El sabor de lo prohibido : Capítulo 41 - Capítulo 50
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Verdad y amor
Al salir de la habitación, ambos vistiendo unas simples batas de baño blancas que a Johanna le quedan muy grandes, pero no dice nada y únicamente continúa siguiendo al coreano que no le ha soltado la mano. Caminan descalzos por los pasillos de la casa, bajando las escaleras con calma, hasta llegar al primer piso, donde continúan caminando y entran a la cocina que es hermosa. Con toques antiguos y a la vez modernos. El señor Kim lleva a Johanna para que tome asiento en una silla alta cerca de la cocina, le da un beso gentil en la frente y se aleja de ella. La mexicana no pierde de vista cómo él se adentra a la cocina sacando un sartén y algunas cosas del refrigerador. —¿Tú cocinas? —Sí, desde que era joven me interesó mucho la cocina, diría que es mi sueño frustrado por culpa de mi padre, pero si no hubiera sido el CEO de la empresa familia, me hubiera gustado convertirme en chef profesional —le platica una de sus primeras opciones de carrera que quería tomar. —Puedo ayu
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El amor empieza por el estómago
El momento es interrumpido de nuevo por el constante hervor de la cazuela que está a pocos pasos de la pareja. —Ve a sentarte, la sopa está lista —dijo el señor Kim, y Johanna solo asiente caminando de nuevo a la silla que hace un instante ocupaba. Observa cómo el coreano, que únicamente usa una bata blanca, saca dos platos hondos tomando la cuchara y sirviendo la comida en ellos. Los deja en la mesa frente a la extranjera con un par de palillos—. Espera —la detiene antes de que ella pueda dar el primer bocado. Al regresar trae con él una botella de aceite, sirviendo un poco en cada plato—, ahora si comamos. El coreano se sienta frente a ella, ambos usan los palillos, él espera a que ella sea la primera en probarlo y ella se da cuenta de su mirada, así que le sopla a la comida para enfriarla metiendo el bocado a la boca. —Mmm… no lo sé —dijo Johanna dudosa. Él se quedó helado ante esa respuesta. —¿No me digas que sabe mal? —No es cierto —declaró Johanna metiendo otro boc
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Solución para el insomnio
La mexicana no sabe si lo que está a punto de hacer sea bueno o malo en la cultura de Sam, pero tiene muchas ganas de estar arriba de él y presenciar cada detalle de él. Baja con mucha calma y delicadeza, pegando sus labios al pecho, depositando besos en toda esa zona. Dejando un camino húmedo, subiendo, dejando besos por su cuello y el costado de su mejilla. Hasta unir sus labios a los de él. Para el coreano, cada caricia se vuelve tan nueva, tan embriagante, y desde donde está puede tocar cada parte de su cuerpo. Acariciando sus delicados y redondos glúteos. Johanna deja de besarlo y se acerca a su oído. —¿Espero que no te incomode que esté arriba de ti? —le susurra de una manera delicada y seductora. —No estoy acostumbrado, pero quiero que sigas —responde el señor Kim mientras le muerde con delicadeza el lóbulo de su oído. La extranjera siente ese gesto y solamente deja salir un suspiro de liberación. Levanta la parte superior de su cuerpo, mirando con atención al hom
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Llamada
Min se encuentra tan preocupada por su amiga y es que tiene horas que se fue. Ya hasta se ha hecho de noche y ella no ha llegado. No sabe si estará bien, por más que le marca a Johanna, no contesta ni sus llamadas ni mensajes a la mejor, no debería de alarmarse tanto, probablemente esté con el señor Kim y sabe que él la cuidará mejor que nadie. Pero aun así ella no logra tranquilizarse y lo malo es que no tiene el número del señor Kim. Además, aunque lo tuviera, que es lo que le diría sin verse mal. —Ya, Min deja la histeria —murmura Min dejando de dar vueltas en su habitación. Precisamente en eso la puerta se abre, entrando la señora Park. La coreana voltea rápido a ver a su madre y baja la vista en señal de respeto. —¿Dónde está tu amiga? —preguntó la señora Park y es que acaba de entrar a la habitación y ella no está. —No lo sé, salió cuando nosotros estábamos con el señor y la señora Yun —responde Min con la mirada fija en el piso. —¿Y no piensa venir a dormir? —prote
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Al día siguiente
Los rayos del sol entran por la ventana, mientras que el cuerpo de un hombre está completamente desnudo sobre la cama, cubierto de su parte inferior con solamente por una fina sábana. El señor Kim despierta viendo el techo de la habitación mira la hora en el reloj que está al lado de la cama viendo que marca las 8:30 de la mañana sorprendiéndose porque nunca duerme tan tarde; sin embargo, recuerda todo lo vivido con Johanna, cada beso, caricia y dormir en sus brazos percibiendo su calor. Suspira sonriendo, la busca por la cama, pero no la encuentra, se pone de pie colocándose un pantalón y una bata. Sale de la habitación caminando por los pasillos de la casa, baja las escaleras y al estar en el primer piso percibe un dulce y exquisito olor proveniente de la cocina. Él continúa caminando hasta llegar al lugar donde ve a Johanna vistiendo una de sus camisas mientras prepara el desayuno y mueve las caderas al son de la música que se escucha en el fondo. Causando gracia y confusió
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¿Dónde estabas?
—Buenos días, Min —contestó Johanna, amable y sonriente. Johanna se acerca a su amiga mientras se quita el blazer dejándolo sobre la silla y arrojándose sobre la cama al lado de ella. —Es lo único que dirás después de no venir a dormir, me tenías tan preocupada, creí que te había pasado algo y que mi madre estaba tan molesta preguntando dónde estabas —protestó la coreana molesta—, además no tuviste la decencia de decirme si estabas, ya me acabé las uñas. —Cálmate Min —¡Que me calme! Estuve a punto de hablar a la residencia del señor Kim para preguntar, pero me arrepentí porque sabía que si lo hacía té podría poner en riesgo a ambos y ahora solo me dices que me tranquilice —vociferó Min—. No sabes lo preocupada que estaba —cambia su tono de voz usando a una voz algo quebrada—. Pensé en lo peor —al decir eso, se rompe en llanto. Johanna se levanta y la abraza. —Lo siento, Min por no decirte, es que todo lo que pasó hizo que el tiempo se detuviera y es que tuve sexo con el señor
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Mi primera vez
Valeria, después de la fiesta de su abuela, continúa saliendo con Hernán a escondidas de todos y es que él la había, convencido de que era lo mejor, ya que ella era menor de edad y cuando supieran de su relación intentarían separarlos. Como Valeria era tan tonta e ingenua, aceptó sin protestas, además de que estaba enamorada de ese hombre. Valeria le mintió a su abuela diciendo que iría a la biblioteca a estudiar, pero todo era mentira para ir a su encuentro con su galán. Al llegar a la biblioteca, le mando un mensaje mientras espero en la entrada a que llegara. El vehículo se estacionó en la entrada y ella subió tan entusiasmada al vehículo. —Hola, linda —saludó Hernán tomando la mano de la chica y depositando un beso en sus nudillos. —Hola —respondió Valeria con una voz dulce y tierna. —Mi vida quiero llevarte a un lugar muy especial —le comunicó el chico—, pero no sé si quieras ir. —Claro que quiero ir, contigo, a donde sea incluso al fin del mundo —expresa Valeria. E
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Aniversario luctuoso
El par de adolescentes están tirados sobre la cama. Velería siente miles de emociones muy extrañas, es una mezcla de felicidad, duda si ha hecho lo correcto y el arrepentimiento se hacía evidente al sentir cómo su cuerpo estaba adolorido. Creía que cuando diera ese paso sería una bomba de felicidad, pero Hernán fue menos que eso, se comportó, digamos que bien; sin embargo, no logró que ella se sintiera preparada y así metió su elevación en ella causando el peor dolor de su vida. Le pidió que parara, pero él solo le dijo que eso cambiaría más adelante. No fue así, todo fue tan difícil, ella solo se limitó a olvidar y dejar que todo terminara. Pero debía de demostrarle a Hernán que le importa mucho y que lo ama. —Esto fue magnífico —expresó el chico colocando sus manos detrás de su cabeza mientras sonríe—. ¿Qué te pareció tu primera vez? —Fue muy lindo —miente Valeria intentando sonar lo más sincera posible. —Solo eso —dijo Hernán, sintiéndose confundido. —Es que rec
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La verdad
Valeria, usando la misma ropa oscura, camina con rapidez por las calles llegando a la parada del autobús más cercana. Después de varias paradas, por fin ha llegado a su destino y es a la casa de su abuela materna. Tiene bastante tiempo que no la ve bueno desde que su salud mental se fue en picada. Es que ella a duras penas conoce a su madre, duda mucho que se acuerde de ella, pero no tiene a dónde más ir. Su madre está en Corea y en la casa no hay nadie. Así que está era la única opción. Está por dar el primer paso cuando escucha el conteste sonido de llamada entrante en su móvil, lo saca de su mochila viendo en la pantalla el nombre de su abuela. Rechaza la llamada, no quiere hablar con ella o no, por el momento debe de pensar las palabras correctas que le dirá a esa mujer y vuelve a meterlo. Continúa caminando hasta llegar a la puerta. Levanta el puño para tocar, pero se detiene a tan solo unos centímetros, dudando mucho de lo que hará y al final termina por hacerlo. Oye
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No mientas
Han pasado unas horas, y Alejandra le ha indicado la habitación en la que puede quedarse, que es la antigua habitación de su madre. Ella dejó su mochila en el piso y se tiró sobre la cama pensando en todo lo que ha sabido en estas pocas horas. Reflexiona cada palabra que le dijo a su madre, lo cruel que ha sido con ella y todo por culpa de esos ancianos que le mintieron, le hicieron creer que ella era la culpable de todo y que por sus celos había matado a su padre. Ahora entiende que el tóxico era su padre. Su cabeza empieza a punzarle, el dolor se localiza en las cien y recorre parte de su cabeza hasta llegar a su nuca. Probablemente, todo sea por culpa de todo el estrés. Así que se acomoda sobre la cama, cerrando los ojos, intentando descansar. La noche ha llegado y en la mansión de la familia Castillo se encuentran con rabia porque no ha regresado Valeria y la señora Inés está hecha una fierra. —¿¡DONDE CARAJOS ESTÁ ESA MOCOSA!? —gritó la anciana, quien acaba de entrar de nue
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