Cuando terminó la jornada laboral, cogí un taxi directo a la mansión de los Castillo, sabiendo que Daniel no vendría a recogerme. Y efectivamente, al llegar ya lo vi sentado dentro. Había un grupo de gente riendo y charlando, pero él parecía fuera de lugar.Cuando me vieron llegar, la tía de Daniel, Ana, me recibió sonriente y me hizo pasar.—¡Vaya! Nuestra nuera sí es económica, ¿este bolso tendrá como unos seis años, no? Ahora debe de valer unas cuantas centenas. ¡Vaya, con este atuyo pareces una simple becaria, ay...!La tía de Daniel siempre había sido una habladora desagradable. Antes había intentado emparejarle con la hija de una amiga suya, pero al final me la había quedado yo, y cada vez que me veía no dejaba de lanzarme pullas.Yo solo sonreí sin decir nada, pues mi situación era de sobra conocida por los Castillo, y todos me miraban con desdén.De pronto, pareció recordar algo y se tapó la boca rápidamente.—¡Ay, pero mira que tengo la cabeza! Lo que quieras ponerte o usar ti
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