A medida que se acercaba el tercer cumpleaños de Ana, Olegda y Andrés no pudieron evitar notar algunos sucesos peculiares. Ana solía decir palabras y frases que parecían fuera de su edad, usando un lenguaje que era más apropiado para una persona mayor. Al principio, lo descartaron como una fase precoz, pero a medida que el patrón continuó, comenzaron a preguntarse si había algo más. Una noche, mientras la familia se reunía para cenar, Ana estaba sentada a la mesa, con los ojos muy abiertos fijos en Andrés. —Papá, ¿recuerdas la casa grande con el hermoso jardín?— preguntó, su voz inocente tenía un extraño aire de familiaridad. Andrés intercambió una mirada desconcertada con Olegda antes de responder: —Sí, mi amor, lo recuerdo. ¿Pero cómo sabes eso?— Ana se encogió de hombros, con la mirada
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