Arianna —¿Qué estás haciendo? —Aquiles se quejó, incorporándose perezosamente y tomó el móvil para comprobar la hora —. Ni siquiera son las cinco de la mañana, cariño… —Dio un salto en la cama y se volvió hacia mí —. ¿Te sientes mal? ¿Le pasa algo al bebé? ¿Código amarillo, naranja o rojo?—No pude evitar reír y froté mi nariz contra su mandíbula, antes de darle un beso. Se veía tan adorable, preocupado y confundido. Lo empujé suavemente para que volviese a acostarse. —No pasa nada. Estoy en perfecto estado de salud y el bebé también lo está. Eres muy exagerado, aunque adorable. Digamos: exageradamente adorasable. —Esa palabra no existe —. Pellizcó mi trasero y lancé un chillido al que respondió sonriendo. —Claro que existe, la acabo de inventar. Ahora dame tu mano izquierda —. Tomé su muñeca y coloqué un cordel rojo de seda —. Perfecto, perfecto, perfecto —. Estiré mi brazo para alcanzar las tijeras y lo corté. —¿Puedo saber qué rayos estás haciendo y por qué has despert
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