Ubicación: Rusia—¿Se encuentra bien, señor Kosovo? —pregunta Irina, quien rara vez se desubica.Tal vez se ha dado cuenta de que él está distraído. No sabe cuál es la razón, pero se imagina a Elena con Arthur, probablemente por culpa de esa maldita mujer que no deja de trastornarle la mente, al punto de que ni en esos momentos puede dejar de pensar en las cosas que ella le ha metido en la cabeza.—No te preocupes, preciosa. ¿Cómo van las cosas con tu padre? —le pregunta Kosovo, mientras termina de vestirse. Como Alexander está en casa, han tenido que hacerlo en la biblioteca.—Bien, muchas gracias por la ayuda —responde Irina, mirándolo avergonzada.—¿Qué ocurre? —pregunta él, ya que se nota que ella quiere decirle algo.—Me sorprende que me pidiera estar con usted, porque su esposa se ha recuperado. —Ella no sabe la verdad, por lo que él miente.—Elena aún no puede tener intimidad, secuelas de su enfermedad —indica él.—Espero que pronto se mejore, aunque me gusta cuando me llama. —
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