Al escuchar esas palabras, la señorita Ortiz entrecerró ligeramente sus cautivadores ojos, y con una mezcla de desprecio y frialdad en su voz, dijo:—¿Con quién me has confundido?Cuando él entró, sus pasos estaban desordenados y su tono era apresurado, muy diferente a su habitual compostura. La señorita Ortiz sintió un leve estremecimiento en su corazón, esperando en silencio su respuesta.Mateo, en ese momento, ya había recuperado por completo la calma. Miró a la mujer frente a él con desconfianza y, al no encontrar ningún indicio de contradicción, respondió con total frialdad:—No es nada, solo una persona sin importancia...Las manos de la mujer, ocultas bajo la mesa, se apretaron con fuerza de repente. ¿Una persona sin importancia? ¡Muy bien! ¡Sabía que no iba a escuchar nada bueno de este hombre desagradable! Aunque su rostro mostraba una sonrisa bastante encantadora, sus ojos ocultaban un profundo abismo. Mirándolo con desprecio, ella le dijo con un tono indiferente:—Entonc
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