Mariana frunció enojada el ceño. ¿Por qué había tardado tanto? ¿Acaso Mateo no lo sabía? Justo cuando iba a desahogar su ira, Mateo la interrumpió:—Está bien, ya que has llegado, apresúrate, ¡tengo prisa!Sí, Mateo la estaba apurando. ¿Por qué? Porque temía que, si se quedaba más tiempo, al pensar en cuánto deseaba Mariana estar con Quiles, la rabia lo consumiría y acabaría sin poder divorciarse. Con los puños furiosamente apretados, se repetía que ya había decidido dejarla ir y que no podía arrepentirse.Mariana no se lo esperaba. La última vez que intentaron divorciarse, Mateo había escapado como un vil cobarde a otra ciudad, pero esta vez lo hacía sin problema alguno. Esto era mejor así, menos complicaciones para ella.Entró al registro civil antes que él. Todo el proceso, desde llenar los formularios hasta recibir los respectivos documentos, tomó tan solo diez minutos. Mateo se giró al instante y se fue sin mirar atrás. Mariana miró el documento en sus manos y solo sintió ganas de
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