Matías la miró con una expresión sombría. En ese momento, Catalina intervino.—Señorita Mendoza, ¿no se siente bien? —Isabela, conteniendo las náuseas, respondió.—Tengo problemas de estómago. —Al escuchar esto, Constanza frunció el ceño, algo incrédula.—¿En serio?Antes de que Isabela pudiera responder, otra oleada de náuseas la invadió. Sin pensarlo dos veces, se dio la vuelta y se dirigió al baño. En ese instante, Matías habló, dirigiéndose a su tía con voz fría.—La señorita Mendoza no es adecuada para Gabriel. Será mejor que busque a otra persona.Constanza soltó un suspiro de alivio. En el fondo, nunca le había gustado la procedencia humilde de Isabela. Si no fuera por el interés de Gabriel en ella, ni siquiera se habría molestado en acudir a Matías en busca de ayuda. Al principio, pensó que, si esta tal Isabela lograba sentar cabeza a su hijo, aceptaría su origen humilde. Sin embargo, ahora veía que solo aparentaba ser obediente y sensata; en privado, era como cualquier otra m
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