Pero si se suponía que ya íbamos a divorciarnos…Quería empujarlo pero simplemente ya no perdía todas las fuerzas, desesperada por llorar:—No, Marc, ¡no quiero!—No llores... ¿De verdad no quieres?El hombre tragó saliva, con los ojos enrojecidos, mirándome fijamente, esforzándose por contenerse. —Mm... —le respondí con dificultad.—Está bien.Cerró los ojos, las venas de su frente se inflaron por la irritación en su cuerpo. Su respiración se volvió aún más agitada, pero aun así me soltó lentamente.No pude evitar apretar un poco los puños.—Entonces, tú... —dudé.—Delia —me llamó.De pronto abrió los ojos, el deseo no solo no había disminuido, sino que se había intensificado. Me abrazó con fuerza, con sus labios cerca de mi oído, me susurró con voz temblorosa:—¿Podrías ayudarme, por favor?Quizás mi mente ya estaba un poco confusa, pero en sus palabras pude percibir un deje de súplica.Me ablandé:—¿Cómo... cómo puedo ayudarte?Apenas dije eso, en la mente del hombre se convirtió e
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