—¿Quién? —le pregunté, confundida.Él se rio con burla:—Enzo.Me quedé sin palabras… Fruncí el ceño hacia él, realmente sin saber qué estaba pensando. Lo interrogué:—Marc, ¿vienes a atrapar a tu esposa infiel? En realidad, en mi corazón, él fue el ladrón que quería usarme el garrote.Su mirada se oscureció, sus labios delgados se apretaron ligeramente, y pronunció con voz apagada:—No.—Entonces, ¿para qué has venido?Marc no dijo nada más, sus largas pestañas proyectaban dos sombritas en sus mejillas. Toda su persona irradiaba un aire de derrota.La brisa nocturna nos sopló, lo que me hizo tener la piel de gallina. Impotente, le dije:—Si no hablas, cerraré la puerta.Después de un largo silencio, el hombre murmuró de repente:—Es que te extraño.Mi corazón parecía haber omitido un latido.Estaba atónita. Él me había dicho muchas palabras de coqueteo antes, pero en su mayoría eran sólo para seducirme físicamente, sin nunca haber sido sinceros.En realidad, en muchos momentos anter
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