El gerente se sorprendió:—Señorita Sánchez, usted es la jefa, ¿cómo es posible que una jefa vaya personalmente a ver a un empleado? ¿No le estaríamos dando acaso demasiada importancia a Bruno Gallego?Por lo general, solo mencionando la multa por incumplimiento, Bruno obedecía sin rechistar una sola palabra. Pero esta vez, no se sabía realmente qué le pasaba al muchacho, ¡incluso se atrevió a desafiar a la jefa!Marina agarró su bolso y salió apresurada de la oficina. Se dirigió a la casa de Bruno siguiendo la dirección que tenía en su expediente. La situación económica de Bruno no parecía ser muy buena. El lujoso carro de Marina atrajo al instante la atención de muchos cuando llegó a un pequeño y viejo barrio residencial.El gerente, siempre atento, le abrió la puerta del carro a Marina y, con tono muy adulador, le dijo: —Señorita Sánchez, la acompaño.—No hace falta, subiré sola.En ese viejo vecindario vivían principalmente ancianos, y no había ascensor en ninguno de los edificios
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