—¡Me equivoqué, Hugo! ¡Lo siento! No debí hablarte así. Por favor, te lo ruego, no me hagas más daño.Juana, con su cuerpo cubierto de heridas, deseaba con todas sus fuerzas desmayarse de una vez por todas para escapar del dolor.—Siempre quisiste saber quién fue el que entró en la habitación de Sofía en el Hotel Monterreal, ¿verdad? Pues ahora te lo voy a decir —dijo Hugo, inclinándose hacia ella.—¡No, ya no quiero saberlo! —Juana, aterrorizada, se apartó todo lo que pudo, tratando en vano de alejarse de él.Hugo ignoró las súplicas de Juana y se inclinó hacia su oído, pronunciando un nombre con una mueca de burla en sus labios.—Hugo, ¿fuiste tú quien arregló lo que pasó esa noche? —le pregunté, mi voz llena de rabia.Este maldito, antes me juró que no sabía quién había entrado en mi habitación, haciéndome creer que todo había sido obra de Juana.—Puedes pensar que fue cosa mía —dijo Hugo, levantándose y mirando a Juana desde arriba—. ¿Lo escuchaste bien?—¡Eso no puede ser verdad,
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