Stephanie elevó la mirada, dubitativa e indecisa. Sabía que su madre tenía razón, y que permanecer cerca de Viktor podría significar su muerte. Pero por otro lado, aún no estaba del todo segura...Ya entrada la noche, Stephanie yacía acurrucada sobre la cama de su habitación.Vestía únicamente con una ligera bata de seda que apenas si cubría sus curvas, sus pensamientos seguían agitados.En ese momento, el sonido de la puerta a sus espaldas la asustó, al voltear, Viktor se encontraba de pie junto a la puerta de la habitación, envuelto en una bata similar pero de un rojo granate intenso. Lo observó acercarse a paso tranquilo, casi felino, y su corazón se aceleró dentro del pecho. Él solía tener esos arrebatos de lujuria incontrolable que rayaban en lo violento cuando estaba en un estado alterado.—¿No puedes dormir? —Le preguntó con voz suave y aterciopelada— permíteme ayudarte a despejar tu atormentada mente, entonces...Se abrió la bata lentamente, dejándola resbalar por sus hombro
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