Al ver que todos los presentes tenían alguna relación con Juan, Evaristo se sintió lleno de satisfacción.Recordó aquella noche en el banquete de la familia Delgado, cuando no tuvo el valor suficiente de enfrentarse a Juan. Ahora, ese recuerdo parecía ser un mal trago del pasado que, finalmente, se tragó con facilidad.Juan, pensó, no tenías idea, ¿verdad? Todas las personas que conoces aquí en Puerto Lúmina, las tengo bajo mi control.Evaristo miró a los prisioneros frente a él, especialmente a las tres mujeres.Entonces, una idea perversa cruzó con rapidez por su mente. Si al final iban a morir, ¿por qué no disfrutar un poco antes de que eso sucediera? Después de todo, los superiores solo le habían pedido que mantuviera a las mujeres con vida hasta el día de hoy.—Livia, he escuchado que nunca te casaste y que has mantenido tu pureza hasta ahora. Bueno, qué oportunidad tan perfecta para comprobar si eso es realmente cierto. Y ustedes dos, no se preocupen, también tendrán su turno, —d
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