"¿Qué sucede?", me preguntó, y su otra mano se aventuró a pasar el dobladillo de mi ropa interior. Esa inesperada sensación me hizo jadear. Me recosté contra él, fundiéndome en la sensación de placer que me proporcionaba, tomando con afán cada segundo que me ofrecía. "Aleric", gemí y giré la cabez
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