Hola mi bananon —entra María a la habitación del hospital donde está Sebastián.—Mi enana, ¿dónde estabas, mi amor? —pregunta Sebastián con una sonrisa. —Solucionando algo. Pero ya terminé —le contesta María dándole un beso en los labios a su esposo. ¿Cómo te sientes, mi rey? —Mejor, con ganas de salir de aquí.¿Ya mandaste a Carla a otro mundo, mi princesa? —Papá terminó con ella, yo solo fui a saludarla, nada más. ¡Cariño! —responde María acostándose al lado de Sebastián.—Tuve mucho miedo, mi amor, de perderte para siempre, de ver llorar a nuestros hijos por tu partida. —No llores, mi amor, aquí estoy y aquí estaré con nuestros hijos, amándote cada día más y más.—Te amo, mi vida, eres mi todo —dice Sebastián mientras acaricia el rostro de ella con ternura. —Y yo a ti, mi bananon, eres mi fuerza, mi razón de vivir —responde María con los ojos llenos de amor. Ambos se abrazan con fuerza, sintiendo la felicidad de poder estar juntos y de superar juntos los momentos difíciles. En ese
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