Paul se encontraba solo en la habitación del lujoso hotel, perdido en sus pensamientos. El silencio de la noche se mezclaba con el ruido de sus recuerdos, haciéndolo sentir más solo que nunca. Había tomado una decisión, una que sabía que cambiaría todo. El dolor que sentía en su pecho era insoportable, pero necesitaba enfrentar sus demonios, cerrar capítulos y, finalmente, decir adiós.Tomó su teléfono y marcó el número de su asistente, pero después de varios intentos fallidos, supo que Bruno no respondería. Seguramente, él también necesitaba tiempo para lidiar con la situación. Sin más opciones, decidió dejarle un mensaje: “Tómate unos días de descanso. Vuelve cuando estés listo. Yo también lo necesito”Paul sabía que su regreso a la ciudad no era solo para poner todo en su lugar, sino para asistir al entierro de Roberta. No quería que su madre o Bruno supieran de sus verdaderas intenciones. Roberta había sido un torbellino en su vida, una mujer que lo había engañado, pero a la vez,
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