Fue una mañana extraordinaria. Raúl nos llevó a desayunar al centro comercial y, para mi sorpresa, decidió consentirme con un día de compras. Me compró una variedad de prendas: vestidos, faldas, blusas y ropa interior, prácticamente todo lo que necesitaba. Aunque intenté detenerlo, insistió en que me lo merecía todo.Incluso Damon tuvo su momento especial, pidiendo un juguete que le hacía brillar los ojos de alegría. Su felicidad era contagiosa, y no pude evitar sonreír al verlo tan radiante.La mañana transcurrió en una atmósfera de alegría y complicidad entre Raúl, Damon y yo. Después del ajetreo de las compras, nos dirigimos al mediodía a almorzar con Maximiliano y Carolina, quienes también se habían unido a nosotros.— Todavía no puedo creer que estuve a punto de perder a mi hermana. — Comenta Maximiliano, con un tono preocupado en su voz.— Por favor, Max, no sigas pensando en eso.— Pedí, tratando de calmar a mi hermano. —Por fortuna estoy bien, aunque lamento lo que pasó con alg
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