Además de Isabella, también estaba su madre, Marina, de pie a su lado. Las dos mujeres, madre e hija, estaban primorosamente arregladas con atuendos de lujo y bolsos de gran valor, emanando un aire de clase alta.Isabella, como la autora intelectual del asesinato premeditado, debería haber sido detenida al menos por un mes, y después de ese mes tanto ella como el caso serían transferidos al tribunal para su juicio. El castigo mínimo por su crimen sería la cadena perpetua, y el máximo, la pena de muerte. Celeste se había informado a propósito sobre eso.Pero ahora, la propia Isabella, que debería estar esperando su juicio en la prisión, ¡estaba parada radiante frente a ella!Isabella se fue acercando paso a paso a Celeste, con una mirada altiva y llena de desprecio burlón: —No esperabas volver a verme, ¿verdad?—¿Por qué estás aquí? —le preguntó Celeste fríamente, mirándola fijamente.—¿Por qué estoy aquí? Pues obviamente he sido puesta en libertad por ser inocente —le respondió Isabel
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