Armando toco la puerta de madera, sin Paola, ni Ivette en casa la sentía muy grande para él, así que había decidido que esos días no los pasaría solos, tenía tantas mujeres que estarían gustosas de recibirlo en su casa y en su cama.Pero él quería a una, y fue a buscarla, toco una y otra vez la puerta, sin obtener que está se abriera, si tenía que quedarse toda la noche tocando lo haría, pero quería estar de nuevo en sus brazos, revivir las veces que fueron felices en la cama, recordar lo bien que la pasaban haciendo el amor, lo torpes que fueron y lo divertido que fue hacerlo por primera vez.—¡Emma! — grito esperando ver que la luz de la casa se encendiera, pero no ocurría— ¡Emma abre la puerta! — no era una súplica, era una orden— ¡Emma!Sin embargo, parecía que Emma no tenía intensión alguna de abrir la puerta, grito con más fuerza sin importar despertar a los vecinos, él quería estar con ella, y nadie se lo iba a impedir. Gritó una y otra vez, pero las últimas si suplicaba.—Seño
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